Primera volcadura
Para Lorena Ventura
I
Caí los renglones de una carta que era como espejo.
Caí precipitadamente con los cabellos volando al cielo,
murciélagos en fuga chocando contra el viento.
Caí con los pies en punta y los puños abiertos.
Caí los acantilados y los aires
Caí la arena mil cangrejos abajo
Encontré telegramas en checo
Leí mensajes adentro de botellas
Soñé con los hermanos Montgolfier.
Caí y tendí una tienda de Mongolia
venía con kit cinematográfico:
perro amarillo
telas
cabras
tazones
bandejas
carretas
todas miniaturas
desarmables.
Caí de manera horizontal
por planicies verdes infinitas
caí quebrando el horizonte
en zig-zag, zag-zig
Caí a lo ancho del cielo
y al revés.
Caí los jardines espirales
a tal velocidad que obtuve
espigas de lavanda inglesa
como caspa en el cabello.
Rasgué cactáceas.
Erosioné la tierra volcánica.
Me aferré a enredaderas.
Caí sin importar cuánto
ni de dónde me detuviera.
Caí tanto
caí tan rápido
que pensé que era como caminar.
Caí en un vuelo descendente
una caída libre:
la gravedad en el estómago revuelto,
vuelto el velocímetro de mi cuerpo,
un espantapájaros que se tragó
dostrescuatrocincoseis brújulas.
Caí a la velocidad fractal
de un tren bala que pierde
burbujas de jabón
sopladas desde un aro recubierto
con hilos de colores
en segunda clase.
Caí los picnics salvajes
en vuelos serpenteantes de manteles
papalotes y bisontes.
Caí blanco. Caí negro.
Caí los pianos rumanos.
Caí los clavicordios búlgaros.
Caí tres teclas al centro de la rosa,
elidí el viento y las direcciones,
secuestré su música para siempre.
Caí mil recuerdos atrás.
Pasé invisible junto a mí
junto a personas queridas
junto a un perro pinto,
polizonte en canastilla
de bicicleta cobra y
triciclo apache.
Caí las brumas
Caí los fríos veintisiete bufandas adentro
Caí las puntadas de lanas elegantes
Dos derechas, tres reveses, cinco ganchos
Caí una lluvia de agujas de marfil
Caí las lágrimas de paquidermos
Caí los bucles albinos de las ovejas
Caí como grito de cabra
en Heidi.
Caí los frutsis congelados
abiertos con un mordisco
por debajo.
Caí las fotografías de bisabuelos
y otra gente que nunca conocí.
Caí los rostros
caí los gestos
los muertos.
Caí el hormigueo interno
y lento de las palmas.
Caí los labios hirvientes
buscando el fuego.
Caí los vientos polares
Y vi a las nubes perder su
esponjoso y rizado cabello
en forma de nieve
sobre Laponia.
Caí las fracturas
en los lagos congelados
caí lo más helado del agua
con mi traje de buzo
imitación Cousteau.
Caí las ballenas blancas
me unté su grasa ártica
y descendí sin sentir frío.
Caí las ventanillas
de los submarinos
como infinitos ciclos de lavadora.
Caí los puntos y las rayas
de la clave Morse
mandé montones de cablegramas
al otro lado del océano.
Caí los puertos cálidos
Génova, Marsella
Lisboa y Barcelona
caí sus aceitunas
sus sardinas y sus vinos.
Caí los pastéis de nata
los gelatti, las navettes
y las berlinas.
Caí en una siesta hipnótica
después del azúcar.
Soñé que caía
y
caía.
Y la cama era Stonehenge
blanco y algodonado
desde el piso.
Karla Olvera©, 2010.
De la serie Volcaduras, escrito a finales de este año.
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Pd☛ El cachorro Shandy (hijo de mi perro Adam y primer perrociélago) y yo les deseamos un 2011 fantabulosúperchidísimo:
cachorro Shandy
Yo, cabello recién cortado: corto asimétrico.