Para V.K., quien gusta tanto de los diagramas de Venn
El domingo murió una vecina en el edificio, la señora A.
Esa tarde yo, B. fui al cine con C.
Al terminar la función C. me llevó a mi casa y partió a la suya.
En la noche me enteré de la muerte de A. debido a la proliferación de policías, ambulancias y empleados de la morgue, que entraban y salían del edificio.
Le comuniqué por medio de un mensaje de texto a C. que una señora de mi edificio había muerto.
C. hablaba con D. en ese momento, así que tardó unos minutos en responder a mi mensaje y en vez de responderme a mí, B., C. le respondió a D.
D. se enojó y le dijo algo a C. algo así como: “¿Cuál vecina muerta, de qué hablas? Te equivocaste de destinatario”.
Minutos después, D. llamó a C. y le dijo que había muerto su tía. C. le preguntó que dónde vivía y D. le dio una dirección, que correspondía con la dirección de B., es decir con mi dirección.
C. me llamó, experimentaba una fuerte confusión y risa de asombro.
Cabe decir que C. y D. salieron en el pasado.
C. me dijo que D. se dirigía a mi edificio a reunirse con su familia y ver los preparativos para enterrar a su tía.
Vi a D. desde mi ventana y bajé la persiana. La historia comenzaba a volverse demasiado personal.
* Actualización del 23.06.2010: V.K. ha entrado en la jugada y gracias su magnífico dibujo y diagramas, mi texto es mucho más claro (¡me encantó!):
Un incidente cotidiano, del que resulta una confusión cotidiana. A tiene que cerrar un negocio con B en H. Se traslada a H para una entrevista preliminar, pone diez minutos en ir y diez en volver, y se jacta en su casa de esa velocidad. Al otro día vuelve a H, esta vez para cerrar el negocio. Como probablemente eso le exigirá muchas horas, A sale muy temprano. Aunque las circunstancias (al menos en opinión de A) son precisamente las de la víspera, tarda diez horas esta vez en llegar a H. Llega al atardecer, rendido. Le comunican que B, inquieto por su demora, ha partido hace poco para el pueblo de A y que deben haberse cruzado en el camino. Le aconsejan que espere. A, sin embargo, impaciente por el negocio, se va inmediatamente y vuelve a su casa.
Esta vez, sin poner mayor atención, hace el viaje en un momento. En su casa le dicen que B llegó muy temprano, inmediatamente después de la salida de A, y que hasta se cruzó con A en el umbral y quiso recordarle el negocio, pero que A le respondió que no tenía tiempo y que debía salir en seguida.
A pesar de esa incomprensible conducta, B entró en la casa a esperar su vuelta. Y ya había preguntado muchas veces si no había regresado aún, pero seguía esperándolo siempre en el cuarto de A. Feliz de hablar con B y de explicarle todo lo sucedido, A corre escaleras arriba. Casi al llegar tropieza, se tuerce un tendón y a punto de perder el sentido, incapaz de gritar, gimiendo en la oscuridad, oye a B -tal vez muy lejos ya, tal vez a su lado- que baja la escalera furioso y que se pierde para siempre.