travesías
Entre y después de la lectura de Dublinesca, se atravesaron muchas cosas y de pronto, hoy, parece muy tarde, muy déjà vu colgar una reseña; pero no me importa y muy probablemente lo haga. Una de aquellas cosas que se atravesaron fue el mundo de Agnès Varda. No conocía su cine y además de haber tenido la oportunidad de remediar aquello viendo media docena de sus pelis, pude saludarla personalmente y charlar con ella en el ciclo organizado por la Cineteca Nacional. Incluso, conseguí que me firmara el boleto de "Sin techo ni ley" (Sans toit ni loi).
Asistí a mi no-boda con un pobre ramo de 4 rosas amarillas y un maquillaje de segunda mano reutilizado después de disfrazarme de Robert Smith.
Vi muchas películas y sólo una de ellas exhibida en el cine comercial, que no dudaré en recomendar: "Where the wild things are". La banda sonora también es fabulosa.
Vi la exposición de Magritte exhibida en Bellas Artes, que fue sumamente perturbadora en un ámbito nuboso, deliciosamente perturbadora, tanto que a toda oportunidad se me atravesaron las nubes.
Aunque casi no vi aviones, sí vi helicópteros, que a diferencia de los aviones no se parecen a los tiburones, pero sí a los mosquitos:
Fui a otro atelier y tomé algunas fotos de mi amigo el pintor dandy, E.
Atendí el bistro karlatone, que recibió a muchos amigos en semana santa. Aquí debajo con mi amigo F. y mi terrible corte de cabello hecho por un estilista de cuarta.
Como el corte de cabello que tenía estaba muy mal hecho (pues mi estilista estaba de vacaciones y tuve que ir a otro lugar); fui a que me lo arreglara ahora que volvió.
Además, conciertos, mercados, asuntos académicos de orden mayor, pero siempre con la magnífica sensación que deja leer Dublinesca, con ganas, por supuesto, de escribir una novela siguiendo la teoría literaria de Riba. De hecho, ya la empecé.