Todos mis muertos
Hay algo en el aroma de las flores de cempasúchil que pareciera invitar al más sutil de los viajes. Más cercano a lo cítrico, pero sin ocultar cierta dulzura, su perfume discreto se vierte sobre los cementerios y las casas en vísperas del Día de Muertos. La flor existe en dos colores: anaranjado y fucsia. Las del primer color son más ligeras, tienen pétalos separados y apariencia más sencilla; mientras que las otras son pesadas, de pétalos compactos y apariencia aterciopelada. Es común mezclarlas en las ofrendas.
Los alimentos y bebidas de mi ofrenda son para tres personas diferentes, a las cuales guardo en mis afectos más íntimos: mi abuela Conchita, mi tío Paco y mi tío David-éste último, pronto cumplirá un año de fallecido. La comida: tamales, pastes, empanadas, pan de muerto, biscotti de chocolate, dulce de calabaza, uvas, manzanas, chocolate amargo. Los cigarros son para mi tío Paco. A cada uno su bebida favorita: para ella, una coca, para mi tío Paco, su cerveza Victoria y para mi tío David, su coca light (era diabético). La sal y el agua, no sé muy bien por qué se ponen, pero no hay ofrenda sin sal ni agua. También están presentes las calaveritas de chocolate (que podrían ser de azúcar si se quiere ser más típico) con el nombre o la foto de los difuntos. Por poco lo olvidaba: mucho cempasúchil por aquí y por allá, que perfume la visita de los muertos, pues según la creencia popular, llegan hoy.