El comienzo del verano & evocaciones islandesas
Tengo la hipótesis amateur de que cuando llueve, los días se hacen más largos o la noche tarda más en llegar. Muy posiblemente se deba a que como la lluvia despeja el cielo y lo dota de una limpidez excepcional, la noche se vea tan clara que todavía parezca tarde. El azul celeste empieza a hacerse grueso hasta que de azul atlántico pasa a azul marino y de ahí a negro. Entonces, se vuelve imposible negar la llegada de la noche.
Durante la baja tarde, una cascada de lluvias refrescó la Ciudad de México. Con esa grata y melódica compañía me di a la tarea de despejar la mesa en la que trabajo. Para sentir que el verano está aquí y con él, las vacaciones, deseo dibujar y pintar, actividades que requieren de tiempo libre, de magnífico y delicioso tiempo libre. Pero para eso, primero había que hacer un espacio entre tantos montones de papeles y más papeles apilados, así como libros. La tarde sólo me alcanzó para despejar la mitad de la mesa:
En la sesión de limpieza, me encontré una fotocopia de mi mano, que hice en los ratos de aburrimiento en la biblioteca:
Cuando dejó de llover, sintonicé France Culture, que consagró cuatro horas seguidas a Islandia. Me llamó la atención que durante muchos años, su alimentación fue escasa y sólo contaban con 3 tipos de panes, saber que sus inviernos son tan largos, casi infinitos, que no hay hospitales para locos o enfermos mentales. Asimismo, imaginé a Karitas (no sé si se escriba así), personaje femenino de una famosa novelista islandesa, que muere a los 44 años, de frío. La idea de que la gente que vive en Islanda tiene tendencia a la ciclotimia, como reflejo de vivir la mitad del año con sol y la mitad del año de noche.
La imagen más olorosa: que los géisers emiten gases que huelen a huevo podrido. Lo más bello: que es un país sumamente literario, en el cual, la gente se refugia en la escritura, y las artes en general, para sobrellevar su soledad.